domingo, 29 de noviembre de 2009

CHUANG TZU



Ayudado por dos de sus jóvenes nietos, Chuang Tzu da pequeños pasos. La artrosis y sus muchos años —nadie sabe cuantas lunas cuenta ya el anciano— hace rato que dificultan su desplazamiento. Los achaques, paulatinamente, lo han ido privando de los disfrutes más mundanos. Ya no son para Chuang Tzu ni los festines ni las cortesanas.
Pero los males y los dolores no le impiden moverse. Como todas las tardes, a la misma hora —cuando el sol es más cálido— con tozuda tenacidad, avanza por el sendero que lleva al jardín. El jardín con sus plantas, flores y la pequeña fuente que son su orgullo y su único placer.
Asistido por los dos muchachos, quienes lo acomodan con afecto, Chuang Tzu se recuesta en la esterilla. Lanza un largo suspiro. Así, apoyado sobre su brazo más sano, contempla su pequeño refugio: sus flores favoritas, los peces del estanque, las mariposas.
Una mariposa cruza su campo de visión, para titilar tenuemente sobre una planta cercana. El anciano esboza una sonrisa y sus párpados comienzan a cerrarse. Un rumor ronco brota de su boca.
La mariposa vuela sobre Chuang Tzu, un instante, para elevarse hacia el cielo.
Y Chuang Tzu también es mariposa acunándose en la brisa. Colores. Tiene hambre de colores y de néctar, de sabor dulce, suave, fuerte o rancio.
Se emborracha con el néctar de las flores.
Percibe las vibraciones de las hojas meciéndose en el viento y el múltiple murmullo de las abejas.
El placer del momento, la vida es sólo eso: un momento. Un momento que se esfuma, cuando la breve vida de la mariposa concluye.
Eternidad. El viejo en su jardín es eterno, estará allí mañana y el otro mañana, aunque la mariposa muera ahora, después de su baile de néctar y colores.
Y la mariposa sabe que su tiempo se va a acabar con la próxima ráfaga de viento y busca, sigue buscando sabores
Chuang Tzu abre los ojos, emite un bostezo y ayudándose con los codos y las manos, consigue incorporarse y se sienta en postura de loto.
Chuang Tzu medita; ya no le importan ni la artrosis ni los pies doloridos, porque en sus sueños fue mariposa.

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Como Otelo




El amante celoso perseguía imaginarios rivales, tal como el Quijote atacara los molinos de viento

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sábado, 28 de noviembre de 2009

Camila

“¡Emisario del Averno! ¡Ave o ente del infierno!
¡Oh profeta!” —dije— “enviado por Luzbel al triste hogar,Donde horror siniestro mora!
Dile a mi ánima que implora
Por la pálida Leonora, si hay un bálsamo en Galaad
¿Para alivio de mis penas, hay un bálsamo en Galaad?”
Dijo el cuervo: “Nunca más”
El cuervo (Edgard A. Poe)



Ésa le había parecido a Camila, una mañana como muchas otras. Cálida, húmeda, pesada. Se había despertado con los ojos húmedos, como siempre le sucedía cuando soñaba con él.
Se levantó de un salto y se precipitó al baño. Desde la ducha pudo escuchar el insistente repiqueteo del despertador, que había olvidado apagar. Dejó que el agua se deslizara sobre su cuerpo, ahuyentando los recuerdos del sueño...
No tenía hambre, sólo bebió una generosa taza de café negro, comería algo después.
Se vistió deprisa, sentía la cabeza embotada. En esa zona gris entre el despertar del sueño y la lucidez necesaria para enfrentar un día más, la imagen del hombre la perseguía, como una obsesión.
Luciano...
Salió del departamento, subió al auto y enfiló en dirección a la clínica.
Al llegar, primero pasó por la guardia y luego subió a las salas del primer piso. En la rutinaria tarea del control de los enfermos y en revisar resultados de análisis, transcurrió media mañana
Cuando ya casi terminaba, se encontró frente a frente con el director de la clínica. Morrison la miró fijo, con esa su mirada inescrutable, y le dijo con tono inexpresivo —Camila, te espero en mi despacho en media hora.Ella sintió una repentina alarma. Deseando postergar ese encuentro...


El texto completo del cuento, que es mi primer cuento impreso, se encuentra
publicado en NM3
http://www.revistanm.com.ar/content/003/index.html

Su mejor creación literaria




Las palabras fueron la arcilla con la que modeló al personaje. Cansado de escribir, se fue a descansar. Cuando regresó, él estaba ahí, esperándolo. Sonreía, la cuchilla brillaba en sus manos.


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domingo, 22 de noviembre de 2009

Martes trece


Emilio era muy cuidadoso. Había tomado todos los recaudos para evitar cualquiera de esas catástrofes que suelen producirse en un martes trece.
Tal vez por eso, a pesar de todos los augurios nefastos, ése había sido un día tranquilo. Su jefe le ofreció un ascenso y Estela, la rubia de contaduría, le dedicó una tenue sonrisa.
Al final de la jornada, después de dejar todo meticulosamente ordenado en su oficina, salió a la calle.
Esquivó una escalera apoyada contra una pared (uno nunca sabe), y —con una sonrisa payasesca en su fofo rostro— enfiló su camino, rumbo a la paz hogareña. No era cuestión de andar dando vueltas por ahí, para que lo atrapara la desgracia.
Lo último que escuchó fue el repentino bocinazo del auto que dobló contramano.

EL SUEÑO DE LA MARIPOSA





Mientras Chuan Tzu medita, una mariposa sueña que es eterna...