“...yo soy el invisible anillo que sujeta el mundo de la forma al mundo de la idea. Yo, en fin, soy ese espíritu desconocida esencia, perfume misterioso de que es vaso el poeta” Gustavo Adolfo Becker
domingo, 29 de noviembre de 2009
CHUANG TZU
Ayudado por dos de sus jóvenes nietos, Chuang Tzu da pequeños pasos. La artrosis y sus muchos años —nadie sabe cuantas lunas cuenta ya el anciano— hace rato que dificultan su desplazamiento. Los achaques, paulatinamente, lo han ido privando de los disfrutes más mundanos. Ya no son para Chuang Tzu ni los festines ni las cortesanas.
Pero los males y los dolores no le impiden moverse. Como todas las tardes, a la misma hora —cuando el sol es más cálido— con tozuda tenacidad, avanza por el sendero que lleva al jardín. El jardín con sus plantas, flores y la pequeña fuente que son su orgullo y su único placer.
Asistido por los dos muchachos, quienes lo acomodan con afecto, Chuang Tzu se recuesta en la esterilla. Lanza un largo suspiro. Así, apoyado sobre su brazo más sano, contempla su pequeño refugio: sus flores favoritas, los peces del estanque, las mariposas.
Una mariposa cruza su campo de visión, para titilar tenuemente sobre una planta cercana. El anciano esboza una sonrisa y sus párpados comienzan a cerrarse. Un rumor ronco brota de su boca.
La mariposa vuela sobre Chuang Tzu, un instante, para elevarse hacia el cielo.
Y Chuang Tzu también es mariposa acunándose en la brisa. Colores. Tiene hambre de colores y de néctar, de sabor dulce, suave, fuerte o rancio.
Se emborracha con el néctar de las flores.
Percibe las vibraciones de las hojas meciéndose en el viento y el múltiple murmullo de las abejas.
El placer del momento, la vida es sólo eso: un momento. Un momento que se esfuma, cuando la breve vida de la mariposa concluye.
Eternidad. El viejo en su jardín es eterno, estará allí mañana y el otro mañana, aunque la mariposa muera ahora, después de su baile de néctar y colores.
Y la mariposa sabe que su tiempo se va a acabar con la próxima ráfaga de viento y busca, sigue buscando sabores
Chuang Tzu abre los ojos, emite un bostezo y ayudándose con los codos y las manos, consigue incorporarse y se sienta en postura de loto.
Chuang Tzu medita; ya no le importan ni la artrosis ni los pies doloridos, porque en sus sueños fue mariposa.
publicado en el blog: http://brevesnotanbreves.blogspot.com/
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario