“No creo en los fantasmas”, murmuró, mientras
contemplaba el luminiscente reflejo del monitor. Sus dedos se negaban a moverse
sobre el teclado, su mente estaba en blanco. El escritor se sentía muy
frustrado: el escepticismo le impedía, siquiera, imaginarse una aparición
fantasmal y mucho menos una historia de terror. Pero le habían pedido que
escribiera un relato sobrenatural; iba a salir publicado en una revista muy popular, y eso le convenía: era
publicidad.
Un ruido proveniente de la cocina interrumpió el curso
de sus pensamientos, mejor dicho, el ruido lo distrajo de ese dejar de pensar
en el que se encontraba inmerso. Se levantó con desgano y arrastró los pies
hasta la cocina: no encontró nada, todo estaba en orden. Pero el ruido había
venido de allí. Comenzó una inútil búsqueda, que lo único que logró fue
incrementar su mal humor. Regresó a su escritorio y escribió el título del
relato: “No creo en los fantasmas”, y se detuvo. Buscando inspiración, intentó enfocarse
en aquel sonido sin dueño ni destinatario, pero que tenía que tener alguna
explicación lógica. Tal vez algo se había caído en el departamento que estaba
en el piso superior al suyo, o tal vez en el piso de abajo. En un edificio de
departamentos nunca se puede saber de dónde vienen los sonidos.
En ese momento el ruido se repitió por segunda vez;
el escritor se precipitó hacia la cocina. En su carrera, tiró al suelo a una de
las sillas del comedor y terminó golpeándose la cara contra la puerta de la
cocina. Un momento: él no la había dejado cerrada. Miró detrás de la puerta:
nada. Miró arriba, abajo, a derecha e
izquierda: nada de nada. Todo se veía en orden.
Fastidiado, volvió a sentarse ante su computadora y
leyó, una vez más, el título de ese cuento aún no nacido: “No creo en los
fantasmas”. En la cocina se escuchó el eco de un quejido, pero el escritor esta
vez no se movió de su asiento. Se limitó a borrar las tres primeras palabras y luego
comenzó a escribir.
Me sacaste una sonrisa. Simpático micro. Saludos!
ResponderBorrarMantienes el suspenso y llegas al desenlace con una gracia sorprendente. Me gustó
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