El anciano
entretenía sus ocios hablándole a su imagen reflejada en el espejo. Por fin,
cansado de no obtener respuesta alguna, le dio la espalda a ese otro
octogenario que parecía contemplarlo con enojo y se alejó. Recién cuando el eco de los pasos del viejo murió en el
pasillo, el extraño que existía del otro lado del espejo comenzó a contestarle.
Qué buen cuento, breve y contundente
ResponderBorrarGracias, Ada. Abrazo.
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