Termina el año, y comienzan las vacaciones. Nada mejor que una historia que empieza en las que prometían ser unas apacibles vacaciones.
KUNIUNGÜEN
Sonia contempló absorta como el hombre arrojaba el bolso en el guardaequipajes del micro. Subió, se dejó caer en su asiento y suspiró con alivio. Alcanzó a escuchar la voz impersonal, que desde el micrófono de la Terminal de Retiro, anunciaba la partida. Percibió el bufido de la puerta que se cerraba, el leve movimiento del vehículo, su corazón desacelerarse.
El día anterior había vivido una espera ansiosa de horas que no transcurrían, mientras eludía los interrogatorios de Miguel, quien se había sorprendido mucho ante el anuncio de su inesperado viaje y de su deseo de tomar distancia.
Regresar había sido su decisión. Entornó los ojos y se dejó envolver por los recuerdos.
* * *
Todo había comenzado el último verano, cuando Miguel y ella decidieron irse juntos y solos en una segunda luna de miel. Necesitaban cambiar de ambiente, respirar otro aire, recrear momentos olvidados. A Miguel le gustaba la pesca, ella no conocía la región patagónica.
Finalmente, alquilaron una cabaña en las afueras de un poblado. Increíbles bosques de pinos crecían en las laderas de las montañas. Hicieron excursiones, exploraron, bajaron hasta el pueblo, visitaron el caserío de los indios Mapuches. Disfrutaban. Sonia disfrutaba. Aunque jamás había estado en el sur, sentía como si hubiera llegado a su hogar. Creía reconocer rincones que visitaba por primera vez...
El texto completo de este cuento se encuentra publicado en el Nº5 de la revista NM
http://www.revistanm.com.ar/content/005/index.html
KUNIUNGÜEN
Sonia contempló absorta como el hombre arrojaba el bolso en el guardaequipajes del micro. Subió, se dejó caer en su asiento y suspiró con alivio. Alcanzó a escuchar la voz impersonal, que desde el micrófono de la Terminal de Retiro, anunciaba la partida. Percibió el bufido de la puerta que se cerraba, el leve movimiento del vehículo, su corazón desacelerarse.
El día anterior había vivido una espera ansiosa de horas que no transcurrían, mientras eludía los interrogatorios de Miguel, quien se había sorprendido mucho ante el anuncio de su inesperado viaje y de su deseo de tomar distancia.
Regresar había sido su decisión. Entornó los ojos y se dejó envolver por los recuerdos.
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Todo había comenzado el último verano, cuando Miguel y ella decidieron irse juntos y solos en una segunda luna de miel. Necesitaban cambiar de ambiente, respirar otro aire, recrear momentos olvidados. A Miguel le gustaba la pesca, ella no conocía la región patagónica.
Finalmente, alquilaron una cabaña en las afueras de un poblado. Increíbles bosques de pinos crecían en las laderas de las montañas. Hicieron excursiones, exploraron, bajaron hasta el pueblo, visitaron el caserío de los indios Mapuches. Disfrutaban. Sonia disfrutaba. Aunque jamás había estado en el sur, sentía como si hubiera llegado a su hogar. Creía reconocer rincones que visitaba por primera vez...
El texto completo de este cuento se encuentra publicado en el Nº5 de la revista NM
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