Rosa era tan fea como apasionada y celosa. Simón ya no la amaba. Quiso decírselo, pero ella no lo dejó ni hablar.
Dispuesto a deshacerse de la mujer, intentó humillarla. Rosa le dijo que era patético, pero no lo abandonó.
Luego, comenzó a maltratarla y ella lo amó aún más.
Perseguido, acosado, buscó un garrote y la esperó en la oscuridad de un callejón. La aporreó con saña.
Ahora sus noches se han convertido en interminables pesadillas. Ya no puede dormir. Es muy difícil ahuyentar a los fantasmas.
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