Mientras
el viento arrastra papeles y cartones por la calle vacía, la lúgubre luz de un
farol descubre, en un zaguán, a un chico acurrucado. Indiferente al dolor de la
astilla clavada en su pie descalzo, devora los dibujos de una revista de
historietas. La lluvia, cruel parámetro de una realidad indiferente, dura una
eternidad efímera. Después, el chico ya no está. La única pista de su
existencia es el dibujo de un nuevo héroe, que aparece entre las páginas
húmedas de una revista abandonada, en un zaguán, bajo un farol.
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