Cuando despertó, no pudo hablar, lo único que salían de
su garganta eran unos graznidos similares a los de un pollo. Esto lo asustó.
Sintió un enorme dolor en el cuello y se apresuró a levantarse de la cama. Sus
extremidades inferiores tocaron el piso, abrió los ojos y quedó paralizado de
terror. Se encontraba en el gallinero. No comprendía qué pasaba; intentó
estirar los brazos, pero solo logró aletear. Alarmado, alargó el pescuezo: su
cuerpo estaba cubierto de plumas coloradas. Se aplastó contra el piso,
intentando pasar desapercibido, para descubrir que el olor a excremento de ave
lo excitaba. En ese momento, en el otro extremo del gallinero, entre un montón
de plumas alborotadas, surgió la figura de un gallo negro. Unos segundos
después, mientras el aire se llenaba de chillidos y cacareos, el gallo le daba
la bienvenida a la nueva gallina.
Sobre el otro autor:
http://biosdelosblogsh.blogspot.com.ar/2012/05/carlos-enrique-saldivar.html
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