La criatura observa al
hombre dormido. Para su gusto, es un ser rústico: los pelos le sobresalen de la
cabeza, del cuerpo, de las piernas y hasta de la punta de la nariz. Su
apariencia es realmente desagradable. Pero debe aceptar que el humano tiene la
suficiente fuerza y agilidad para desenvolverse en su hábitat. Utilizando su
mente le escanea la memoria: el hombre posee aptitudes sociales favorables para
interconectarse con sus semejantes.
La criatura se decide:
es eso o desaparecer en un mundo hostil. Su plástico cuerpo se alza, se estira,
se afina hasta alcanzar las dimensiones necesarias para penetrar por la boca
del humano.
El hombre se ahoga,
tose, se despierta, se incorpora.
Luego, sonríe.
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