miércoles, 30 de diciembre de 2009

Kuniungüen


Termina el año, y comienzan las vacaciones. Nada mejor que una historia que empieza en las que prometían ser unas apacibles vacaciones.

KUNIUNGÜEN


Sonia contempló absorta como el hombre arrojaba el bolso en el guardaequipajes del micro. Subió, se dejó caer en su asiento y suspiró con alivio. Alcanzó a escuchar la voz impersonal, que desde el micrófono de la Terminal de Retiro, anunciaba la partida. Percibió el bufido de la puerta que se cerraba, el leve movimiento del vehículo, su corazón desacelerarse.
El día anterior había vivido una espera ansiosa de horas que no transcurrían, mientras eludía los interrogatorios de Miguel, quien se había sorprendido mucho ante el anuncio de su inesperado viaje y de su deseo de tomar distancia.
Regresar había sido su decisión. Entornó los ojos y se dejó envolver por los recuerdos.

* * *


Todo había comenzado el último verano, cuando Miguel y ella decidieron irse juntos y solos en una segunda luna de miel. Necesitaban cambiar de ambiente, respirar otro aire, recrear momentos olvidados. A Miguel le gustaba la pesca, ella no conocía la región patagónica.
Finalmente, alquilaron una cabaña en las afueras de un poblado. Increíbles bosques de pinos crecían en las laderas de las montañas. Hicieron excursiones, exploraron, bajaron hasta el pueblo, visitaron el caserío de los indios Mapuches. Disfrutaban. Sonia disfrutaba. Aunque jamás había estado en el sur, sentía como si hubiera llegado a su hogar. Creía reconocer rincones que visitaba por primera vez...


El texto completo de este cuento se encuentra publicado en el Nº5 de la revista NM
http://www.revistanm.com.ar/content/005/index.html

sábado, 19 de diciembre de 2009

Un mundo feliz


Luces opacas, sonidos chirriantes, gente empujándose. Cuerpos enredados en extrañas amalgamas. Respirar olores agrios, para alcanzar una puerta que amenaza cerrarse. En el túnel, una oscuridad sinuosa los traga y los devuelve gastados, viejos, débiles a un afuera hecho de otros olores. Olores a viejo, a soledad, a pobreza.
Después, buscan la salida sin mirar a nadie, zombies de una ciudad alienada que los deja y los excluye.
Finalmente la escalera y más allá el afuera, el aire húmedo de la calle y un regreso al moverse liberados de la cercanía ajena.
Un par de enamorados besándose, son los únicos habitantes de un mundo feliz que a los demás se les escapa, aunque regresarán otro día, y otro, y otro más tratando de encontrarlo

jueves, 17 de diciembre de 2009

La herencia


Cuando murió la anciana no hubo expresiones de tristeza, sólo la calificaron de “tacaña” y “miserable”.
Mientras la familia discutía por sus magros bienes, Susana se apoderó de la llave del desván. Siempre había sospechado que era allí donde la abuela ocultaba sus riquezas.
Con esfuerzo, abrió la puerta. Para su desilusión, sólo halló una marmita, un revoltijo de libros, cuadernos y una innumerable cantidad de frascos que parecían estar vacíos. Abrió uno, y el olor rancio que salió del interior la impulsó a tirarlo, ignorando la gastada etiqueta en la que aún podía leerse: “tratar con cuidado”.
Esa noche, durmió presa de una gran desazón.
Al día siguiente, se levantó torpemente. Fue al baño e intentado despejarse, se mojó la cara.
Fue entonces cuando las vio reflejadas en el espejo. Criaturas amorfas, vestidas con la ropa de sus parientes, recorrían la casa.
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