sábado, 22 de marzo de 2014

El colectivo aurora – Esteban Moscarda & María del Pilar Jorge

Tengo el gusto de compartir una ficción escrita a cuatro manos con Esteban Moscarda:



Estaba en el colectivo. Amanecía y el puerto estaba cerca, como un cementerio. Me encontraba profundamente deprimido. En el asiento junto al mío, había un sitar. Parada en el centro del pasillo había un hada de hielo. Usted dirá que estaba soñando. Pero a los sueños, aunque parezca mentira, yo los sé diferenciar de la realidad. Mi corazón comenzó a correr. Mi mano buscó a la sitar y la acaricié, como se acaricia a una vieja amiga. Mis dedos recorrieron sus cuerdas y la música fluyó. “Veo una puerta roja y quiero pintarla de negro. No más colores, quiero que todo se vuelva negro…” La canción, mi tristeza, mi vieja depresión y el hada mutando delante de mis ojos. Ahora es una criatura de la noche que avanza hacia mí, mientras me contempla con sus ojos muy negros. Sus labios rojos se abren y el último sonido que escucho es el de mi propia voz clamando en la oscuridad.



Sobre el otro autor:
http://biosdelosblogsh.blogspot.com/search/label/Esteban%20Moscarda

viernes, 21 de marzo de 2014

En la presentación de TODO EL PAÍS EN UN LIBRO

En la presentación de TODO EL PAÍS EN UN LIBRO, junto con Saurio y Hernán Dominguez Nimo:



 Fue un acto muy emocionante. en el que el tiempo transcurrió sin que nos diéramos cuenta. Después de las palabras de presentación, a cargo de Sergio Gaut vel Hartman, Jorge Ariel Madrazo y de los demás panelistas, la lectura de las ficciones se convirtió en un ritual que amenizó la reunión.


jueves, 20 de marzo de 2014

Perséfone


Perséfone duerme. Sueña con un campo de lirios marchitos. Arrullada por el eterno hechizo, que la trae, la lleva, la encierra, se mueve y se agita. Siente las caricias de su amante sombrío y entreabre los ojos a una oscuridad densa, en la que sólo existen sus cuerpos. Percibe olores añejos, nacidos de las entrañas mismas de la tierra. Pero voces lejanas la llaman: intuye oscuros lamentos, adivina el frío, presiente la nieve. Vuelven los recuerdos. Recuerdos del aroma de viñedos y de la sed que saciara en infinitas tardes de estío. Antes de partir, antes de hundirse en el pozo profundo que ahora la alberga. Los árboles lloran, sus ramas vacías.
Perséfone duerme.


Ficción publicada en el blog:
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Ayuda


Lo encontré un día domingo, a la hora de la siesta. Tenía el pelo sucio y los pantalones rotos; estaba pintando un cerco. La casa, el jardín de pasto desparejo, el árbol frondoso, todo invitaba al descanso. Recordé: había estado allí una vez, hacía mucho tiempo.
El chico me miró con desparpajo, tenía la misma edad, la misma expresión traviesa.
—Hola, soy Tom ¿Necesita algo, señora?
—Sólo recuerdos para un cuento.
—Si pinta un pedazo del cerco, la ayudo.
Para olvidarme un rato de mí misma, tomé el pincel. El pequeño me guiñó un ojo, se apoyó contra el árbol y empezó a comer una manzana.



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Tortura



Lo sintió hurgar en él, con tenacidad brutal. Un malestar difuso comenzó a transitar sus entrañas. Con los ojos vueltos hacia arriba, se retorció una y otra vez, en un vano intento de desasirse. Pero no logró ahuyentar a su enemigo. Aulló. Sintió frío, un frío que brotaba de la oquedad abierta en su pecho. Poco a poco, comenzó a perder las fuerzas. El cansancio amortiguó la sensación ominosa. Se desvaneció. Sumergido en un sueño confuso, en el que siluetas y colores se deslizaban en una bruma incierta, sólo lograba despertar por breves momentos. Cuando lo hacía, el dolor punzante retornaba. Por fin, amaneció. La herida se había cerrado, pero las cadenas le impedían moverse. Transcurrieron inútiles horas, hasta que la noche regresó, y con ella, el águila. Prometeo se agitó una vez más.



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