miércoles, 9 de marzo de 2011

Bon appétit


Esa mañana, al despertar, supo que le sucedía algo diferente. Se levantó de la cama con dificultad y logró llegar hasta el baño. El espejo reflejó una cara gris, macilenta, en la que asomaban un par de ojos desorbitados. Tenía sed, sed y hambre; trató de beber algo de agua, pero una sensación de asco irresistible lo hizo vomitar un líquido amarillento.
La visión de los alimentos guardados en la nevera le produjo asco. Sin embargo, tenía mucha hambre.
Desconcertado y sin preocuparse por vestirse adecuadamente, salió a la calle para toparse con personas que vagaban como él, desorientadas y famélicas, musitando un pedido inaudible. El hombre también comenzó a vagar, hasta que se cruzó con esa muchacha de largos cabellos lacios y figura andrógina; el dulce aroma de su piel le produjo una rara excitación que lo hizo olvidarse de todo lo demás. Apoyando una mano sobre el hombro de la joven, murmuró:
—Tu eres muy bonita —pero ella lo miró, lanzó un alarido e intentó alejarse corriendo. La mano se convirtió en garra y la atrajo hacia sí con desesperación.
Finalmente, mientras saboreaba extasiado el azucarado sabor de esa piel tan tersa, tan rosada, el zombi comprendió.

publicado en el blog http://brevesnotanbreves.blogspot.com/

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