jueves, 20 de marzo de 2014

Ayuda


Lo encontré un día domingo, a la hora de la siesta. Tenía el pelo sucio y los pantalones rotos; estaba pintando un cerco. La casa, el jardín de pasto desparejo, el árbol frondoso, todo invitaba al descanso. Recordé: había estado allí una vez, hacía mucho tiempo.
El chico me miró con desparpajo, tenía la misma edad, la misma expresión traviesa.
—Hola, soy Tom ¿Necesita algo, señora?
—Sólo recuerdos para un cuento.
—Si pinta un pedazo del cerco, la ayudo.
Para olvidarme un rato de mí misma, tomé el pincel. El pequeño me guiñó un ojo, se apoyó contra el árbol y empezó a comer una manzana.



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