sábado, 11 de septiembre de 2010

El Guardián


Era un suburbio tranquilo, habitado por vecinos pacíficos.En ese barrio nunca se sentían insultos ni improperios. Además, nadie tenía perros y los gatos eran criaturas mansas que se deslizaban quedamente por las noches.
David disfrutaba tanto de su trabajo de guardián, que la sola idea de alejarse de allí, el día que se retirara, lo aterrorizaba más que la de la propia muerte.
Por eso, metódicamente, durante veintinueve años, ahorró centavo tras centavo hasta que, por fin, se pudo comprar una pequeña parcela donde edificó su vivienda.
Luego de decorar el nuevo hogar, organizó una fiesta y se despidió de sus amigos.
Después de su suicidio, los cuidadores del cementerio juran que, en las noches calmas, se escucha el tintineo de las llaves de David durante su rutinaria ronda nocturna.

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